AIRE, SOLO AIRE.

El aire me trae rumores que no se bien como definirlos, ¿o sí?, rumores que traen adosados, como rémoras subjetivas cargadas de un ansia por ser lo que nunca podrán. Rumores que sostienen la pequeñez de quien con muy poco se conforma, rumores de un partido que de antemano ya estaba sentenciado, porque el grande ya lo había despachado de antemano y se limitó a verlas venir y claro así se aprovechó el que su corazón maquilla, como espejismo oportuno y necesario, en el terreno de juego. Porque, cosidos a esos rumores, llevan la desesperación de años de abandono, de años de egolatría donde fueron víctimas de su propio delirio, años de sequía que aprovechó el vecino para recordarle quien manda en la ciudad, quien reina en la Comunidad, quien es respetado en el sur de España. Cada cual es muy libre de contentarse con lo que quiera, aunque ello sea tan ínfimo que su trascendencia, no pase de una acalorada tertulia de café o de una discusión sin cierta lógica en periodistas sin objetividad alguna, impulsados más por el anhelo que por las circunstancias que en muchas ocasiones conlleva el fútbol. La realidad, a pesar del bisbiseo matinal, a pesar de titulares grandilocuentes en periódicos de poco pelo que pretenden engañar para que su venta sea algo más provechosa , es la que es y contrae para sí una responsabilidad mayor para los que amamos este bendito deporte. No voy a eludir que en ciertas ocasiones, paradojas del destino, el pez chico ha podido con el grande, pero eso sucede cuando se pierden los perfiles, se deja uno abandonar sabiendo la enorme distancia que existe, esperando que lo normal aflore y todo vuelva a ser como debe. A veces, ese cierto abandono, esa conformidad, ese salir a jugar a verlas venir sin atención ni intensidad alguna, cuesta un disgusto que cuando quieren darse cuenta es tarde. Recuerdo lo del Alcorcón.

Aire, sólo aire, ese murmullo, ese bisbiseo constante que te produce cierto cosquilleo por reconocer con lo poco que se conforman algunos, produciéndote una sonrisa que a buen seguro lleva cierta dosis, aunque sea un tanto vanidoso, de superioridad. Es esta ciudad de contrastes, una ciudad en la que el fútbol, hoy por hoy, a pesar de muchos, sólo tiene un color. Una ciudad que se empeña en lo contrario, que ciertos agentes, ciertas instituciones y no menos que cierta ciudadanía, consciente que no podrán ser más de lo que son, intentan engañarse con recursos fáciles que se desmoronan rápido como un castillo en la arena que las olas de la realidad destrozan al primer envite.

Ese es el murmullo que recorre la ciudad, mientras los vencedores de la contiendan pasean anchos y panchos con su barretina otros horizontes que les hacen instalarse en un Olimpo donde su realidad es una gran certeza. Murmullo, bisbiseo constante de mediocres por siempre perdedores…

AIRE, SOLO AIRE.

Fco. Borrego